PRIMERO CAPÍTULO Y LINK
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LA CASA DEL MAR
La brisa marina entraba
suavemente por la ventana, moviendo con delicadeza las ligeras cortinas de lino
blanco que enmarcaban su apertura. La tímida luz del sol se filtraba en la
habitación, iluminándola con tonos dorados.
Camille seguía
durmiendo en la gran cama. Las sábanas extendidas sobre el colchón eran el
signo de una noche agitada. Su rostro parecía sereno, pero el desorden reinaba
a su alrededor. Ropa tirada por el suelo, una botella de vodka ya vacía
derramada sobre la mesilla de noche.
Una gaviota, en
silencio, se acercó a la ventana abierta. Con movimientos lentos, asomó su
curiosa cabecita al interior de la habitación. Camille se revolvió en sus sueños,
asustando al ave, que se alejó volando suavemente hacia el mar.
La villa, encaramada en
un gran acantilado, dominaba el horizonte marino. Cuando el mar estaba agitado,
el chorro de agua salada, transportado por el viento hasta la habitación, se
oía a través de los grandes ventanales.
Construida en los años
sesenta en mampostería, la casa combinaba líneas modernas con grandes
ventanales orientados al mar. Un jardín se extendía alrededor, y una pequeña
escalera de madera descendía hasta la playa escondida entre las rocas: una
calita tranquila y secreta, custodiada por el tiempo.
De repente,
interrumpiendo aquel silencio casi irreal, sonó el teléfono.
Camille se dio la
vuelta con dificultad. Abrió los ojos lentamente y, rebuscando entre la ropa
esparcida por el suelo, buscó el aparato. Cuando por fin lo encontró, contestó
con voz ronca: "¿Diga?".
Desde el otro lado, un
timbre de voz la golpeó: "¡Camille, llevas dos días desaparecida! Dime
dónde estás".
Camille puso los ojos
en blanco, visiblemente molesta. "Estoy en la casa de la playa. Cogí las
llaves y vine aquí".
"¿La casa junto al
mar.…? ¡Pero si lleva un año cerrada! ¿Qué crees que haces allí? Además, sola
ahora mismo.... Lo mejor sería estar con tus seres queridos. No puedes seguir
huyendo como siempre. Ahora nos necesitas".
Aquellas palabras la
golpearon como un viento en contra. Camille se levantó lentamente de la cama y
se estiró. Frente al espejo, contempló su propio reflejo: hizo una mueca de
espanto. Su rostro estaba pálido, consumido por las noches de insomnio. Las
profundas ojeras hablaban de dolor y vigilias. ¿Cuánto tiempo hacía que no comiera?
"Hola... ¿estás
ahí, Camille?"
"Sí, estoy ahí.
¿Pero no lo has entendido? Hermana... Necesito estar lejos de todo y de todos.
Necesito lamer las heridas que la vida me ha dejado, ¡sola! Nadie puede
ayudarme. Sólo yo soy mi médico y el mar hará el resto. No te preocupes... me
las arreglaré. Saluda a mamá de mi parte".
"
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